La pantalla del despertador se ilumina a las 11:11 a.m., y su recuerdo me eriza la piel mientras doy un sorbo a mi taza de café. De pronto me veo a mí misma con 17 años, sosteniendo el móvil entre las manos e implorando al universo que él nunca se fuera. ¿Qué habrá sido de aquel quien jure era el amor de mi vida? Su voz en nuestra última conversación resuena en mi cabeza tan lúcidamente que si no estuviera viendo las plantas colgando frente a la ventana de mi departamento, juraría que todo está pasando otra vez: - Creo que voy a amarte siempre- Jeydon soltó lentamente mi mano. - Y yo creo que siempre serás lo primero en lo que piense cuando deba pedir un deseo a las 11:11.-
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