La hermosa princesa Talía acababa de nacer, pero ya pesaba sobre ella una maldición. Los sabios lo dijeron: "la vida de la niña peligra si se acerca a una rueca de lino". De nada sirvió que sus padres intentaran protegerla y prohibieran el lino y el cáñamo en su reino: al cumplir los quince años, Talía se pinchó en un dedo, se clavó una astilla y cayó en un sueño tan profundo que sus padres la dieron por muerta. Abrumados por la pena, abandonaron el castillo y la dejaron allí dormida, sobre un lecho de piedra. Las enormes salas se llenaron de musgo, y las zarzas empezaron a rodear los muros de la edificación. El silencio se cernió sobre el reino abandonado, hasta que un rey solitario en un día de caza llegó a sus fronteras y descubrió a una hermosa muchacha dormida. Y hasta aquí el cuento que todos conocemos. Pasado este punto, las cosas se complican.