Martina Stoessel, Jorge Blanco. No tenían muchas cosas en común, sus edades eran distintas, sus maneras de caminar no coincidían y mucho menos las estatura. Nunca estaban igual, tenían ideas diferentes. Él era dueño de sí mismo, ella una niña insegura. Sus manos parecían haber sido hechas como piezas exactas para encajar una con otra, con los dedos entrelazados y mirando a la misma dirección. Ella era su pequeña.