Sabía que no tenía escapatoria... Acorralada. Acorralada por su lobo feroz en el temible bosque cuyo dueño era él. El hombre que había movido cielo y tierra por encontrarla con un único objetivo: acabar su sed de venganza haciéndola derramar su color favorito teñido en el suelo; el rojo escarlata. Estaba segura de que había llegado su fin; y con ella, su oportunidad de haberse confesado.