Debo confesar que cuando era una niña (técnicamente sigo siéndolo, tengo 16 años y en mi país uno deja de ser niño al cumplir los 18 años), creía que las cosas más buenas y bonitas que pasan en la vida, jamás acabarían.
Ahora sé que estaba totalmente equivocada, porque absolutamente todo, tiene un fin.
Las canciones tienen un fin, las películas tienen un fin, los libros tienen un fin, las amistades tienen un fin, los noviazgos tienen un fin, y la vida, tiene un fin.
Mi amistad con él era perfecta. Nos conocimos hace 9 años, cuando éramos un par de niños inocentes y sin nada de sabiduría acerca de la vida, pero, a pesar de todo, él siempre estuvo ahí para mí cuando lo necesité, así como yo estuve para él.
Conforme fue pasando el tiempo nos hicimos cada vez más cercanos, hasta que ocurrió lo inevitable. Me enamoré loca, desesperada e infinitamente de él. Creo que los dos lo estábamos, pero al ser tan pequeños teníamos miedo de decirlo y de aceptarlo.
Cuando nos hicimos grandes, las cosas iban cambiando junto con nosotros, pero todas las circunstancias las afrontamos perfectamente, hasta que algo que sigo sin entender sucedió e hizo pedazos todo lo que habíamos pasado.
-Te voy a amar eternamente, Cathy.
-¿Cuánto dura la eternidad, Sebas?
-No lo sé... pero te amaré lo que dure la eternidad.