En esos momentos de la vida, Kate tenía dos opciones: O se quedaba en su apartamento pagando una multa de 10.000 dólares. O se mandaba a cambiar, comenzando lo que sería una odisea para encontrar una casa en una semana. No tenía dinero, y su orgullo era demasiado grande para pedir ayuda. Todo parecía perdido hasta que el chico que la acaba de atropellar le ofrece mudarse al apartamento 33.
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