Una voz amigable, audible entre todo el estruendo de una discoteca a mitad de la noche, y justo en el momento en que lo necesitas, no puede ser sino una buena señal. Me dijeron alguna vez que los impostores, farsantes y todos aquellos que tienen las peores intenciones, poseen voces atractivas. De esas que te hacen querer cerrar los ojos y que el tiempo simplemente pase a través de sus palabras. Debí mantener aquella advertencia en un lugar privilegiado de mi memoria. Nadie logró salvarme del mayor farsante que se cruzó en mi camino durante el tiempo que estuve en este mundo. Hubo quienes dijeron que yo misma lo busqué. Otros, que ni cerca estuve de merecer tal deshumanización. Dejaré que tú mismo lo juzgues.