el protagonista es testigo de un macabro ritual y descubre que los encapuchados se tratan en realidad de seres enmascarados putrefactos que, gracias a una flauta mágica, invocan a unos seres alados que, según Lovecraft, no eran ni cuervos, ni topos, ni buharros, ni hormigas, ni vampiros, ni seres humanos en descomposición. En plena éxtasis ceremonial, el protagonista enloquecido por tales visiones, se arroja a un río pútrido, del cual es rescatado al día siguiente y trasladado al hospital St. Mary de Arkham. Allí, los médicos que lo tratan, a petición del propio protagonista, le proporcionan una copia del Necronomicón escrito por el mago árabe loco Abdul Alhazred para descubrir si su experiencia en la caverna fue real.