Cuando me trasladaron a Madrid, no pensé que nada sería así. Nunca en mi vida había tenido un caso como ese. Averiguar acerca de la muerte del ladrón de cuadros no estaba en mi contrato, pero por mucho que intente, no conseguiré dejar ese caso. (...) Todo acabó en ese callejón oscuro de la periferia de Madrid. Bloqueando la salida, el asesino sacó una pistola del bolsillo. Rió y con una sonrisa diabólica dijo: - Dije que te amaría hasta la muerte. Qué curioso que vivo enamorado siempre tan poco tiempo. Y disparó.
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