Nunca he sido una chica de gran simpatía, una chica que rebose amistad. Prefiero quedarme en mi habitación leyendo y hablar sobre nuestras cosas con mi mejor amiga Sofía. Bachillerato siempre me había parecido algo crucial, lo que determinaba mi futuro, en qué iba a trabajar, quién iba a ser y qué iba a hacer con este desastre, mi vida. Todo era oscuro para mí, hasta aquella noche, cuando lo conocí, e hizo de mi otra persona, aunque sólo fuera por unas horas. No obstante, no tenía ni idea de que esas horas se convertirían en mi rutina.