La historia en las que las personas se desvanecen....

Algunas personas piensan en el futuro, en lo exitosos que podrían llegar a ser, en organizar sus vidas al pie de la letra. Estas personas son las que miran hacia adelante, y no se detienen. Pues, yo soy una victima de esa visión futurista y esperanzada.
En el momento que te detienes a pensar que fue del pasado, te caen millones de recuerdos y personas, que muchas valen la pena recordar.
Hoy les vengo que contar mi historia, donde, no hay finales felices, ni carruajes, ni magia. Hay dolor, injusticia, miedo...
Nací en viena en 1920, Austria. El dia de mi nacimiento, el 28 de agosto, llovía. En ese momento, no se supo si fue el retraso del medico, o que mi madre no pudo soportarlo, pero detrás de esa noche triste, nací yo.
Es horrible saber que el mismo dia de tu cumpleaños es un aniversario del fallecimiento de una persona que te dio la vida. Mi padre, con mi tia Edna y mi tío Kief, me educaron en una casa donde el arte se vivía.
Era todo perfecto, yo era una niña feliz en un mundo lleno de originalidad y fantasías. Siempre me enseñaron a respetar a los demás ya sean sus costumbres, raza, religión, etnia y opiniones... pero había alguien que no compartía los mismos valores. Lamentablemente ese alguien, era un ser muy poderoso, al que se hizo llamar el tercer dios.
Siempre que lo escuchábamos en la radio, mi familia se preocupaba, y se sentaban todos alrededor del aparato para atender a las nuevas "normas" de vida. Edna aprovechaba y seguía tejiendo, mientras mi padre tocaba el piano suavemente para no opacar la voz del diablo en persona, y mi tío....respiraba. Si solo hubiéramos infringido una regla, hubiera sido justificado, pero no, el único delito que cometemos era nuestra religión judía.
Hoy quiero enseñarles las aventuras de mis últimos años en Austria, en el gran apartamento con grandes ventanales, lleno de sabiduría y amor.