Cuando escuché aquel dulce canto no me pude contener. Cogí el primer bote que vi y salí navegando hacia aquella esplendorosa isla. No esperé a tocar tierra y salí del bote con el agua hasta la cintura. Cuando me adentré entre aquella espesa hierba y llegué a aquel claro, esos ojos verdes me miraron con coquetería y su cola chapoteó en el agua cristalina...