SOLO PARA ADULTOS.
Ella era un poco timida, su trabajo la mantenía ocupada, la casa, los niños, los estudios.
El un hombre apasionado, escritor, dedicado a su trabajo y sus libros.
Un día llego a la editorial a buscar un cheque y ahí estaba ella, en su escritorio dedicada a la computadora. Lo había visto en tres ocasiones y solo lo miraba sin atreverse a hablarle.
El la había observado con detenimiento las mismas tres veces, sus labios carnosos, su mirada inocente, sus senos que parecían explotar en esa blusa rosada, su cabello liso, negro, sus manos suaves delicadas y por último su piel, sus piernas qué con aquella falda más arriba de la rodilla lo invitaban a caminar por ellas, a explorar qué había más arriba de sus rodillas.
Hora de almuerzo, ambos solos en la misma oficina. Ella cerca del escritorio, el parado en la puerta. Ella solo lo miraba, detallaba sus tatuajes, su cuerpo y con solo eso se mojaba, el notó su deseo al ver que se mordía los labios con sólo mirarlo, no hicie