-Buenas tardes, señor Londoño, el señor Wells lo espera.-Escuché la voz de mi secretaria a través del la puerta de cristal.
-Sí, dígale que pase.- Le respondí a mi secretaria, mientras observaba la ciudad a mis pies en aquel ventanal de mi oficina.
-Adelante señor George.- Escuché decir a mi secretaria, y entonces mis ojos se dirigieron a la puerta de mi oficina. Me di la vuelta hacia el interior de aquella habitación, donde las voces me indicaban- Buenas tardes Señor Wells, tome asiento por favor.- Le espeté al casi anciano frente a mí, mientras extendía mi mano hacía él. Repulsivo viejo verde.- Mucho gusto... Juan Luis Londoño.- Hablé, sin apartar la mirada de sus ojos azules, intimidantes, pero no para mí.- Un gusto. -Me presenté, frunciendo mi ceño, casi con una sonrisa burlona sobre mí.
-Encantado de por fin poder conocerlo.- Escuché que decía, mientras seguía sin verme. Ja, vaya sorpresa se llevará.- ¿Cómo dijo? -Por fin, logró verme y su reacción fue justo lo que esperaba. ¿Juan...? - Me preguntó casi sin poder continuar, y su cara parecía todo un poema.- ¿Juan Luis Londoño? Pero...¿Cómo es qué...? -Dijo, y pude jurar que estaba a punto de sufrir un infarto.
-El mismo, George.- Tomé asiento, mientras soltaba los botones de mi traje, dejando mis codos con mis manos sobre el cristal.- Nos volvemos a ver después de tanto tiempo.-
-Esto... No puede ser cierto. Si tú... Eras un don nadie.-Dijo, y yo reí.
-Pues, la vida la muchas vueltas. ¿No cree? -Me recliné en aquella silla de cuero saboreando su expresión.