El señor tenebroso ha caído y con él la situación de sus Mortifagos más leales es oscura, entre entregarse a los aurores, asumiendo las consecuencias de sus actos y muy probablemente pasando el resto de su vida en la temible prisión de los magos o poner los pies en marcha y huir lo más lejos que puedan dejando todo atrás.
Para el patriarca Malfoy que ya ha sufrido en carne propia lo que Azkaban hace a sus presos, la decisión no fue difícil.
Sin embargo, su primogénito, ese joven valiente o cobarde que se enfrentó al mismísimo Albus Dumbledore, toma una decisión muy distinta, se ha cansado de huir, es hora de hacer lo correcto.
Con la nueva certeza de que la sangre solo es sangre, se lanza de cabeza al ministerio de magia, rogando un trato con el mismísimo ministro de magia, él en lugar de su familia, su desgracia por la libertad de ellos.
Su juicio no se hace esperar y el ahora destronado príncipe asume su condena con la cabeza en alto y lo que resta de su orgullo intacto, porque Draco Malfoy ha dejado de ser un cobarde.
Así, su infierno comienza, atrapado en la prisión de Azkaban donde es torturado día y noche por un misterioso hombre y la siempre presente y aplastadora presencia de los Dementores. Poco a poco el joven brujo pierde las esperanzas de volver a ver a su familia y de ser libre.
La vaga promesa susurrada por la única mujer integrante del trío de oro será su único consuelo, su ancla de fe y así también... su única razón para seguir.
Los personajes de esta obra pertenecen a J.K. Rowling, yo solo los tomo prestados para este pequeño proyecto que tengo en manos.
Advertencia: esta obra puede contener spoilers de la saga principal.
Si no te gusta por favor muestra tu educación no dejando comentarios negativos, simplemente limítate a dejar de leer.
𝐄 | Y los únicos que te dicen la verdad, son el "tiempo" y "destino".
Después de que su padre fue encarcelado en Azkaban, Draco Malfoy se ve obligado en obtener la marca tenebrosa, algo que sin duda él no quiere. Después de que Voldemort le asignó su misión, se ve encerrado en su propia burbuja, haciéndose daño así mismo, pensando en maneras diferentes de acabar con su sufrimiento. Pero al final busca consuelo en un cuadro muy antiguo que fue guardado en la sala de Menesteres, aquella hermosa pintura de una chica Italiana, de la cual terminó enamorado.