La noche era mas fría de lo acostumbrado, yo me encontraba en penumbras, solo en mi habitación, con la mente y el pensamiento en un solo objetivo.
La muerte acariciaba mi hombro, anunciando de una manera estrepitosa la llegada de mi partida, yo me encontraba atónito, mis manos temblaban, y yo, al pensar toda una vida, que era el ser mas valiente, esa noche, me sentía el mas vil de los cobardes, lloraba como un niño, pero la soledad, la tristeza, y todos esos sentimientos malos acumulados por tantos años me habían vuelto a mi parecer un ser asquerosamente repugnante.
Al caer la noche, y al recostarme en esa cama vacía y fría, recordaba una y otra vez la soledad en la que había estado sumergido durante tantos años, tal vez fui el culpable de mi soledad, pero la gente nunca entendió que me sentía tan vacio y desprotegido que lo único que necesitaba era AMOR.
Me consideraba un mal esposo y un pésimo padre, me sentía tan inútil que a lo único que recurrí fue perderme en los vicios, y hoy
Para Park Sung-hoon, el matrimonio es solo un trámite necesario para asegurar su herencia y mantener el control de la empresa familiar. Para Loa, es una salvación inesperada cuando está al borde de perderlo todo.
Un contrato, seis reglas estrictas y un acuerdo sin emociones de por medio... o al menos, eso creen.
Loa y Sung-hoon no podrían ser más diferentes: ella, una artista soñadora con un pasado lleno de cicatrices; él, un heredero frío y calculador que solo ve el amor como una distracción innecesaria. Pero a medida que la convivencia se vuelve inevitable y las líneas entre el deber y el deseo comienzan a difuminarse, ambos descubrirán que el mayor problema no será fingir ser una pareja perfecta, sino evitar que los sentimientos reales destruyan el trato que los une.
Porque en este juego de conveniencia, el amor nunca fue parte del contrato... ¿o sí?