Florence y Clarent se escriben cartas con confesiones que no se pueden decir frente a frente. Las envían a un extraño lugar del que nadie sabe algo en específico, El Mirador de Panganatan Blake, donde dicen que hay osos verdepardos que comen orugas, y muchos otros seres extraños a los que ellos no prestan demasiada atención. Esperan que en la universidad les den las vacaciones de fin de semestre, y viajan sobre el Princesso de Gratelandia, un coche prestado que se avería casi todos los días, rumbo a Panganatan Blake, donde les esperan las debidas confesiones de la persona que aman. ¿Qué dirán esas cartas? Si bien cada uno de ellos tiene la respuesta, no la mencionan hasta que ya han atravesado la mitad del país, en busca de la verdad de sus vidas.