Desde la lejanía yo podía ver las piezas del tablero moverse, como aquel pobre ser, vilipendiado por sus compatriotas, preparaba el principio de mi juego. Todo gracias a la Luna, no el astro de los débiles terráqueos, sino la divinidad así llamada. Hace milenios, creó una estirpe de herederos de su bendición, llamados sangrilunares. Su poder provoca influencia e incluso control total sobre el cuerpo de una persona, pueden hacer lo que se les antoja con la mente de cualquier ser, a cambio sus personalidades cambian, estos no conocen los límites morales que rigen las vidas de los mortales y eternos.