Intuyeron, que los mejores amantes se beben la pasión sin preguntas ni resabios y sólo después -si les queda tiempo-; hacen preguntas. En eso vivían afanosos, cuando una tarde, en el jardín donde se ayudaban a hacer aparecer rosas como milagros; una hormiga final segundo les avisó que el corazón de su amado... Tenía los latidos contados... Y ese; era él último.