Siempre pensamos que la vida extraterrestre vendría de las estrellas. Pero vino de lo más profundo del Pacífico, de un portal entre dimensiones. El primero emergió en San Fransokyo. Ojala hubiesen venido en paz. O mejor aún no hubieran aparecido. Después del tercero, entendimos que no se detendrían, debíamos aprender a enfrentarlos de manera eficiente y para lograrlo tuvimos que crear nuestros propios monstruos.
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