Corría el verano del año 1853 y Cassie Willows todavía no sabía que iba a vivir la más grande aventura de su vida, un aventura digna de contarle a sus nietos. Y más aún. ¿Cómo iba Cassie a saber que un día iba a tener que contársela a numerosos historiadores? Y es que romper la barrera entre lo sobre natural y lo natural no pasa todos los días y bueno, no era lo que una jovencita de 1853 esperaba hacer durante su verano. Y es que hasta entonces, Cassie no sospechaba que la sangre que corría por sus venas era ligeramente distinta a la del común de los mortales. Mark, por otra parte, sí que sabía que iba a tener una aventura digna de contarle a su descendencia, pero como el sí sabía que la sangre que por sus venas corría era distinta a la del común de los mortales estaba justificado. Aunque, había que admitir que el tampoco había esperado cambiar la historia, tal vez hacerse un lugar en ella pero no cambiarla. De una u otra forma habían terminado cambiando la historia. Y es que cuando el concejo ecuménico se reunió para decidir que había que abrirle los ojos a los mortales, ninguno de los dos había estado presente por lo que al principio de ese verano de 1853 hace ya muchos años, ni Mark ni Cassie sabían que estaban a punto de cambiar el mundo.