Leonardo Pazzi, viudo y padre de una niña, estaba dispuesto a mantener a su pequeña alejada de la prensa. Así que cuando una belleza del otro lado del Atlántico apareció en Florencia haciendo preguntas una soleada mañana, su instinto italiano de protección se puso en acción. Cuando esa joven no solo resultó ser inocente, sino que además era la respuesta a los muchos años de sufrimiento y tristeza de uno de los miembros de su familia, Leonardo supo que no podía dejarla escapar. Pero Leonardo tenía motivos ocultos para que la joven se quedase en Florencia y el principal de todos era la irrefrenable atracción que sentía por la joven. Lo que no sabía Leonardo es que por muy bueno que fuese su juego esta joven era una experta escapista y tenía unos principios muy arraigados en su ser. La cuestión no era quien o como iba a conseguir que la hermosa joven tomase una decisión, sino si la decisión que tomase era la que Leonardo ansiaba, lo único que Leonardo tenía claro es que no iba a perder la guerra sin pelear. Haría lo que fuera por tener a la hermosa joven en su vida y lo más importante en la de su hija.