Y volví a echar la mirada atrás, como cada mañana, como todas y cada una de las mañanas desde que la conocía
El mismo sitio, la misma hora, las mismas ganas...
Me quedé pensativo, giré la cabeza, miré al frente, y otra vez aquella mirada perdida... Que se quedó fija en aquella calle, que parecía no tener fin.
Ya se escuchaban los vencejos sonar, una temperatura agradable propia de esta época primaveral, recorría ya la ciudad.
Pensé en todas esas mañanas que habíamos coincidido. Desgraciadamente y como ocurría últimamente, no me crucé con ella, con su sonrisa, su mirada, nuestra mirada.
Con paso ligero me dirigí al metro. Allí esperé a la llegada del próximo tren. Cuando se disponía a entrar, alguien desde el andén contrario me chisteó, varias veces. Entonces levanté la mirada y... Allí estaba ella, observándome, con aquella mirada, esa sonrisa, que hacía olvidarme de mi, de mi realidad, del mundo.
Por favor, alguien que me despertara de aquel sueño...