Era un día normal, como cualquier otro, volvía de una fiesta a las 6 de la madrugada, plena y fría noche, era invierno, por lo tanto, aun no había amanecido. Iba medio borracha por uno de los callejones mas peligrosos y siniestros del barrio; allí traficaban, bebían, se pinchaban... un día cualquiera estaria lleno de gente, pero hoy no, cosa que me extrañaba bastante. Aunque yo no viera a nadie, sentía una presencia, pensé en Margaret... pero no creo que volviera tan pronto de la fiesta. De repente, siento algo frio en la espalda, como si me pasaran el filo de un cuchillo de acero, me vuelvo, asustada pero decidida, allí no hay nadie. Decido no hacer caso de eso y me voy corriendo a casa, sin mirar atras.