-No todo lo que es oro brilla, preciosa - Me acarició el rostro, suave, lento, tan dulce que creí morir allí, en sus brazos; que me inmolara, que me matara, que la vida no importaba nada si no era él quien me miraba con tanto amor. - Igual que tú, todo lo bonito se pudre. Tan desastre, tan puta... Y me mató. -Bueno, aprendí del mejor, no todo idiota que habla bonito es un príncipe azul y putrefacto ya te encontré, la culpa no es mía, jodido también y roto ni que decir, tan desastre como yo, o quizá peor, por eso nadie te ama... - Sus ojos se apagaron como la llama de la vida, de golpe, ojos de serpiente que me sedujeron, ojos que ya no brillaban, ojos muertos que lanzaron su ultimo estertor de vida y me llevaron al infierno, junto con él. -¿Lo dices por ti, niña defecto? Aun ahí, con la crudeza de la situación, no pude entender que lo hacia girar, correr, pensar, que le daba vida y le dotaba de tanta maldad. Que obsesión le motivaba a ser cruel, a destruirme, a llevarme al cielo y luego tirarme a un abismo oscuro de desolación como si fuera una rata asquerosa que se interpone en su camino, que lo hacia querer tener a dos y no conservar a ninguna. Y lo entendí, las palabras refulgieron como el sol y se quedaron grabadas en mi mente. "Eres mía, me perteneces y el día que dejes de serlo, te mataré, ¿lo has entendido? serás mía hasta que yo lo decida"
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