Cuando era un niño pequeño, su abuela le dio un cuadernillo a su nieto Rubén. Con el paso del tiempo las hojas perdían su color blanco y comenzaban a ser amarillentas, sin perder el dulce olor de su abuela, quien falleció un año después de habérselo obsequiado. La primera vez que a Rubén le rompieron el corazón, decidió llenarlo de sus experiencias como si aún fuera un niño chico. El ojiverde cuidaba del cuaderno con su vida sin querer saber nada más sobre el amor, al punto que ya no sabía que contenido escribirle. Él dejó de estar vacío y sin amor, cuando conoció a esa "media naranja" que creyó nunca encontrar. Sólo le quedó una cosa que hacer, llenar de nuevo aquél grueso cuaderno dejando el pasado atrás.