Desde el día que te conocí, estoy loca por ti. Aquel día lluvioso, triste, yo estaba feliz, porque estaba contigo, aunque solo hablamos poco, supe que había conexión, eso que no se siente con cualquiera, sientes que se te va el aire de tanta felicidad, tus pupilas se dilatan, tu corazón late tan fuerte como cuando vas corriendo, es algo que se nota.
Después de ese día no paraba de pensar en ti, en tu sonrisa, en tu mirada, en tu manera de ser tan peculiar, incluso te extrañaba como hace mucho no lo hacía.
Despertaba y habría las cortinas para que entrara el sol, me bañaba, me pintaba, duraba medio día viendo que ponerme sólo para verlo 5 minutos, pero para mi eso bastaba, porque me ponía feliz sólo con su presencia.
Y el día que me vio despeinada, en pijama, descansa, sin maquillar y con los ojos hinchados, ese día me declaro su amor.
Yo estaba enamorada y el también y no lo digo yo, lo decían todos los que nos veían juntos, el amor se notaba, se notaba lo felices que éramos.
El día que la conocí, sus ojos me miraron desde la distancia y un tenue rubor en sus mejillas se pintó cuando se dio cuenta de que también la miraba, sin embargo no se detuvo y continuó con su suave caminar, ese que acentuaba el movimiento de sus caderas y que era acompañado por el de su cabello que volaba en contacto con el aire.
No lo negaré, ella me hipnotizó, por no decir que me volvió completamente loco, al grado de pedirle a gritos a mis manos que la dibujara, para tratar de plasmar su perfección, fue gracias a ella que descubrí mi potencial como artista y que, por vez primera, me entregué al amor.