Hace mucho tiempo, se hablaba de una leyenda sobre una mujer conocida como Mizuki Taisho entre sus más allegados, una guerrera cuya presencia trajo paz a la Sociedad de Almas. Su nombre se convirtió en sinónimo de perseverancia, pues nunca se rindió en batalla y poseía un poder muy superior al de un Shinigami común. Sin embargo, ella no era una simple combatiente; su linaje la vinculaba directamente con los pocos dioses del Olimpo que aún vivían, seres de una dimensión desconocida para el Gotei 13.
Nacida del fruto de un amor prohibido, su existencia en la Sociedad de Almas llegó a un abrupto final. Se decía en murmullos que su pasado, teñido de tragedia, la había alejado de aquel lugar. Su vida se convirtió en una leyenda, pues la joven dulce y noble que alguna vez fue terminó siendo brutalmente corrompida, humillada, maltratada y torturada, hasta que la mataron en espíritu, dejando en su lugar a una mujer fría e indiferente. Solo aquellos afortunados que lograban conocer su verdadero ser podían atestiguar la nobleza que aún habitaba en su interior.
La Sociedad de Almas, culpable de su sufrimiento, ahora enfrentaba el peligro. Con la pérdida de tres capitanes, el caos se apoderaba de su estructura y solo una solución parecía viable: el regreso de Mizuki Taisho para restaurar la gloria del Gotei 13 y hacer honor a su nombre. En su desesperación, todos los miembros de la organización se lanzaron en su búsqueda, pero sin éxito. Fue entonces cuando el Comandante General Yamamoto Genryūsai logró contactarla y, tras un arduo esfuerzo, consiguió convencerla de regresar.
Sin embargo, el amor era un sentimiento que Mizuki había olvidado por completo. Ahora estaba destinada a redescubrirlo, de una manera u otra, le gustara o no. Porque, aunque el blanco y el negro sean opuestos, también son complementarios. Sin luz no hay sombra, sin odio no hay amor, sin negro no hay blanco y sin muerte no hay vida.