Lo siento tanto, me arrepiento de lo que he hecho. No quería hacerle daño a la niña y quise quedarme a ayudar, pero tenia tanto miedo. Miedo del sonido de las sirenas, que al acercarse, anunciaban la venida de los oficiales de policía. Tuve miedo de volver a la cárcel, aquel lugar lleno de sombras y frialdad donde estas expuesto a las condiciones más abominables, y finalmente miedo de ver el rostro de la madre de la pequeña al enterarse que su niña había muerto, que yo la había matado.