-Nani cuéntame otra vez la historia- dijo la voz de una niñita de 6 años de edad
-Si Nani cuéntanosla!- exclamó un niño de cabello castaño claro
-Esta bien niños, les contaré, pero es nuestro secreto, los secretos no pueden contarse ¿si?- ambos niños asintieron- Había una vez una mujer llamada Nina, quien iba caminando por las tranquilas calles de Londres con su hijo. Al momento de salir de su casa para ir rumbo al parque empezó a llover a cántaros, las calles estaban inundadas dé agua, pero la mujer siguió caminando hasta llegar a un pequeño parque que se encontraba al norte del edificio donde vivían.
Al adentrarse al parque carente de personas empezó a oír llantos que se escuchaban más fuertes cada vez. Y entonces lo vio, a lo lejos, debajo de un árbol gigante yacían dos cestas cubiertas por una delgada manta color blanco. Los llantos aumentaban a medida que la mujer se acercaba, sentía intriga y a la vez temor. Como pudo se agachó y descubrió las dos cestas, se encontró con cuatro ojos color celeste inundados de lágrimas, no se resistió, no podía dejar a esos dos niños morir de frío, como pudo cargo a los niños, pero al momento de alzarlos dos hojas hechas a computadora cayeron al charco, empapando así las hojas y su contenido, el cual era carente de percepción humana, lo único que podía distinguirse era uno de los nombres de los niños y sus fechas de nacimiento.
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