Era una noche como cualquier otra. Las dos de la mañana. Hacía buen tiempo. Nuestro protagonista, Hermenegildo, dormía apaciblemente como un bebé. De repente, se despertó sobresaltado. Unos maleantes estaban robando la batería de su coche. Nuestro buen hombre Hermenegildo comenzó a obsequiarles con una sarta de improperios que no son dignos de mención en este trabajo. Entonces, a nuestro protagonista, que no era muy inteligente, no se le ocurrió mejor idea que saltar por la ventana. Como resultado, los ladrones consigueron escapar y Hermenegildo se rompió una pierna. Una señora que pasaba por allí sin motivo aparente, ya que eran las dos de la mañana, se ofreció a llevarle al hospital. ¿Debería haber ocurrido algo más? Pues no. Hermenegildo se fue sin dar las gracias y la señora se indignó tanto que le dio una embolia. Jamás se volvió a saber de Hermenegildo