Puede, y digo puede porque no estoy del todo segura, de que el dragón no quería hacernos daño, si no que solo quería enseñarnos lo que tenía, como un niño que está orgulloso de su dibujo.
Puede que el dragón solo quería que le aplaudiésemos su espectáculo, pero, en verdad, no nos dábamos cuenta de que estaba allí, como el aire que nos azota el pelo, o la arena que nos hace cosquillas en los dedos de los pies.
Por lo tanto decidió mostrárnoslo de una manera diferente, soplando fuego, haciéndose notar, y así es como él pensó que se había corrompido, tuvo miedo de que lo juzgasen más, cuando todavía no le habían dado una oportunidad.
Y el miedo se apoderó de él, más tarde vino un dolor agudo, que transformó su corazón tornándolo de un negro ceniza, y entonces nuestro dragón pensó que eso era lo único que podía hacer bien, destruir las cosas y convertirlas en ceniza, como lo que ahora latía dentro de él.
Y ahora él hace lo que cree que debe hacer, esconderse en rincones ocultos, y de vez en cuando, se atreve a salir de ellos, para explorar el mundo que se perdió solo por haber nacido en un cuerpo diferente.