Kara y un pequeño niño están juntos, solos, en un pequeño río. Él sostiene su mano. El agua fría les hace cosquillas en los pies. Una niebla fina se levanta y teje hilos alrededor de ellos, y Kara huele el tenue olor a carne podrida. Algo toca sus dedos del pie. Ve hacia abajo. Manos blancas se extienden afuera del agua y la sujetan por los tobillos. Ella salta hacia atrás, jalando al niño con ella. Aparecen más manos por todos lados. Una niebla espesa, negra, se levanta y cubre la corriente. Largos tentáculos se enredan alrededor de sus piernas, como serpientes blancas. Kara grita y patea la niebla. Un hedor a hierro la ahoga. La niebla desaparece. Kara lucha por equilibrarse. Ella está en un río de sangre. El niño tiene sangre en sus muslos. Kara siente náuseas. Oye un chapoteo. Una figura en el río...un hombre, no... La retorcida cabeza humana y el torso enfermo que se levantan sobre el río nacen de una confusión de entrañas humanas y de insectos, de la
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