Era una tarde cualquiera, las 3:45 para especificar, no tenía nada que hacer ni cosas por probar después de ser brutalmente abofeteado por su gran intento de ligar, solo quedaba descansar, tomar un buen tarro de cerveza helada y emborracharse antes de llegar a casa pero todo eso se ve afectado cuando sus ojos se estancan a la extraña persona que toma la mesa de al frente, con cara de agobio, y rogando algo que le ayude a olvidar su jaqueca. Ni siquiera piensa un poco cuando se ha levantado a su dirección para hacerle compañía como si se conocieran de toda la vida. Ignoro hasta el hecho de que parecía que el tiempo se detuvo apenas sus miradas se cruzaron.