»Donde Hubo Fuego Cenizas Quedan« Tal vez esta frase sea más empleada respecto a el amor, pero este no es el caso (por lo menos al comienzo) El fuego es el pasado, que creyó haberlo apagado del todo pero se olvidó de las cenizas que volvieron a encenderse. Y ese fuego que está de vuelta, ella sin saberlo tiene nombre y apellido. Harold Azuara. Me mordía el labio inferior, comenzaba a sangrar pero no me importaba. El dolor que provocaba morderlo no era nada comparado a lo que estaba sucediendo. Nada. Estaba reteniendo la rabia, o al menos intentándolo. «No puede ser, no de nuevo», murmuraba entre dientes tratando de convencerme a mi misma. El pasado me perseguía. Pensé que no sería así pero al parecer... era inevitable. Mis dedos se encontraban helados aún estando frente del potente fuego que provenía de la chimenea. Otra vez ese imbécil, ¿Por qué mi madre tuvo que involucrarse con él? Escuché que la puerta se abría y pasos se aproximaban hacia donde yo me encontraba. El sujeto carraspeó. -Señora -dijo suspirando- Yo... -No hables -lo interrumpí, no era momento para que se compadeciera de mi.- Vete. -Lo siento -se disculpó Gasper y se dirigió a la puerta. Agarré mi cabello presionándolo, mis ojos se encontraban cerrados debido a la frustración que sentía en aquel momento, mientras lágrimas brotaban de ellos. Era verdad, la habían matado y todo era por su culpa, y en parte mía. Mierda, ¿por qué ella tuvo que ser mi madre? Pero no valía nada lamentarme; lo hecho, hecho estaba. No iba a lograr revivirla. Ni aunque fuera el deseo más grande que tenía y seguiría teniendo. Habían matado a mi hija.
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