Nunca había sufrido ningún traumatismo, ningún accidente, ninguna picadura de abeja ni de avispa, ni siquiera me habían puesto puntos ni una sola vez. Había ido lo más mínimo al hospital, solo para esas revisiones anuales que todos nos saltamos y las dejamos estancadas en un lugar de la conciencia, que al fin y al cabo, recurres a ellas cuando te obsesionas con alguna cosa física o psicológica que crees que no va del todo bien. Soy Júlia, y estoy de camino al hospital en una ambulancia con un desconocido que no conozco de nada, el cual me acaba de atropellar, prácticamente, cuando debería estar con mi mejor amiga, riendo y tomando un par de cervezas, sin preocuparme por nada.
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