Se puede vivir con la sensación de ser vivificado por la mirada de otro.
La cámara universal toma a Jeff Buckley, detrás de su lente óptico, se narra la vida de este músico prodigioso, de los años noventa. A la edad de veinticinco años toco las sensibilidades de una generación. Sus sensibilidades son expuestas frente a la luz de un escenario en Chicago o en Europa, con su voz de cuatro octavas y medias expirando.
A una edad temprana encontró la plenitud de su ser en el armario de su abuela: una guitarra olvidada. La música. Su bálsamo. Su verdugo. Era la manera que se le dio ,la vida para interpretar al mundo.
Su vida. Un juego de luces y sombras. Fue abandonado por su padre, el único recuerdo que tiene de él son un par de días soleados en Santa Mónica, California. Meses después la curvatura de su padre, su sonrisa irlandesa, seria arrebatada por una sobredosis.
El ambiente musical, enseñado por su familia. Como las luces que resplandecen en un escenario es su vida, crisoles desiguales, juego de luces resplandeciendo entre las sombras, voz de sensibilidades entonándose entre el caos. El abandono. La tristeza. La ira. La bipolaridad emergente. La felicidad. La música. El amor. Las formas de eternidad. El sentir que la vida por fin y sin peripecias le pertenece.
En Memphis, California, Tokio, su voz, el disco debut ''Grace'' se entonó. Arpegios musicales, vaivenes de notas altas.
Un 29 de Mayo de 1997, el rio Wolf entre sus aguas,lo tomo, a la edad de treinta años. Inclusive había sombra entre las luces. Jeff vive, ama, en los ejes cardinales de la tierra, a la edad de veintiún o treinta. Los mundos que Jeff amo es exactamente eso; un intento de oda al niño blues de los años 90's.