A mis 19 años el número de países en los que he vivido sobrepasa mi edad. Siempre que hablo de ello recibo el mismo tipo de respuestas: "¡Qué envidia! Tu vida debe de ser realmente emocionante", "ojalá pudiera haber vivido tantas experiencias como tú", "debes de vivir en constante diversión". Escuchar esas palabras capaces de hacer felices a muchas personas, me hacen daño. Mi madre es una doctora bastante prestigiosa, y por ello se ha reclamado su presencia en los hospitales de diferentes países: se ha dedicado a enseñar a hacer cirugías limpias tanto en países desarrollados como en subdesarrollados en trabajos de voluntariado. Ahora me encuentro en el 23 viaje de mi vida, en esta ocasión dirección a Corea del Sur.