Se trataba de una casa pequeña a un lado de la carretera. Lucía antigua, aunque la chica no podía decir a qué época pertenecía. Es cierto que había un olor extraño y definitivamente no placentero, pero resultó ser algo adictivo. María no tardó en acostumbrarse, y tras echar un vistazo a las zonas en que tendría que poner más atención en la casa, se dirigió a la cocina donde se guardaban los utensilios de limpieza. Consiguió el jabón, los coletos, esponjas y demás convenientemente reunidos en una canasta de plástico, junto a dos pares de guantes, unos negros y otros amarillos. Los colocó en el estante, ya que tenía su propio par. Decidió empezar con el piso de arriba, pues lucía limpio y serviría para comenzar la mañana. Además tendría hasta la noche de ese mismo día para acabar sus labores de limpieza, así que el orden no importaría. Al subir las escaleras notó que todas las habitaciones estaban cerradas. Todas menos una. Lo que parecía ser el dormitorio de su contratista tenía un as