Esta es la historia de una niña que parecía hundida cuando era la persona más luchadora del mundo. La historia de una niña frágil pero que aparentaba ser fuerte. La historia de alguien que siempre sonreía a la gente, pero iba llorando en la soledad de la noche. La historia de alguien tan normal, como tú o como yo, alguien que pasaba desapercibida, una niña que intenta de aguantar un día más intentando no tropezar con piedras, sabiendo que se iba a caer. Una niña que en tan poco tenía a que agarrarse en su vida real, que pasaba horas imaginando, y que al pensar en su realidad se hundía un poquito más. Una niña corriente, con una vida corriente, pero que nunca lograba alcanzar la felicidad. Una niña que solía pasarse noche llorando con los cascos, con la música a toda voz y escribiendo para desahogarse , o mejor dicho para no, para conseguir no ahogarse con todo lo que llevaba dentro, y es que cuando estaba triste sus poesías eran más profundas, más duras, más bonitas. Una niña que pasaba horas aislada de la clase, del mundo, escribiendo miles de fantasías en su cabeza. Ausente en su alrededor y en ese lugar imaginario, su felicidad no tenía límite y así sentía un alivio, aunque a su vez algo le angustiaba. Solía oír risas de sus compañeros, no le importaba aunque fueran por ella, aunque sabía que nunca lo eran. No era una niña solitaria, pero en el fondo le gustaba serlo. Se reía y lloraba como nadie, pero en el fondo su alma era la más vacía de todas. ¿Su nombre? Pura poesía. Era la obra de arte más perfecta, la más bonita, la más triste.
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