Al mismo tiempo en que el mundo se quiebra en guerras y tabúes, se enfrenta a sus miedos, y a sus dilemas una chica de veintitantos, con el pelo rubio, tan real que la hace plástica, tan mentirosa que la hace cautivadora. Esa será Katherine Williams.
Al recordar su paso por la prostitución, es embrujada por uno de sus polvos como resultado de una noche en las vegas. Aquella mujer, la que todos desean, solo admite una cosa, tener sexo sin repetición, después de utilizarlos, se irá en contados segundo. A su corta vida no ha conocido el amor, dado sus fanatismos ejercidos por su madre, Carlota, una prostituta de alta categoría que falleció de un paro cardiorrespiratorio de manera que ha dejado un legado para a su pequeña pupila.
Encrucijada, entre el amor, el dinero, y la fama, Katherine pierde más que el control de su vida impúdica; en tanto los hechos se acontecen, su paciencia se torna renuente, cree que todo lo bueno es malo, que cada cifra en su cuenta bancaria es un pago por sus servicios. Que cada fotografía publicada en las revistas de chismes y farándula es una estrategia peligrosa para que no vuelva a encontrar un trabajo estable. Y que el amor de Alexander Bice, dice ofrecerle es por necesidad. Él no le ama, a pesar de que sus padres han fallecido, y su hermano es drogadicto, se encuentra realmente solo con una aerolínea a su nombre, ella es su última alternativa, o eso cree ella.
Lo que nadie se espera es que un enamorado del pasado se obsesiona aún más de Katherine, tras años de búsqueda, la encuentra en aquella portada luciendo totalmente desnuda, y decide que es hora de tener a la mujer de sus sueños bajo su poder.
Abbie tiene un problema y la solución está en la puerta de al lado.
¡Ella no ha hecho nada malo! Sin embargo, su excompañera de hermandad la ha puesto en un aprieto en donde su futuro universitario pende de un hilo.
Con el tiempo corriendo, pánico y una mejor amiga experta en dar soluciones, Abbie explora las opciones, pero no tarda en darse cuenta de que Damiano, el frío jugador de hockey y su ceñudo compañero de piso, es la respuesta.