Sus ojos eran tan azules cómo el mar. Su mirada neutra y fría, hacía que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo. La forma en que sus manos tocaban mi piel, haciendo que ésta ardiera por el calor, tan parecido al fuego, quemaba. Aquellas marcas en su rostro, lo volvían más perfecto. Me amaba y yo a él. Éramos demasiado diferentes, pero algo teníamos en común. Amarnos a pesar de todo.