Minghao, patéticamente se encontraba en ese escaso grupo de personas antisociales, retraídos, temerosos, -y según la sociedad en general-, RAROS. Odiaba eso de sí mismo. Lo odiaba, pero sabía que jamás lograría cambiar. Así era él, y punto. Se había aceptado así como era, pero algunas veces se sorprendía a sí mismo prometiéndose que haría el esfuerzo por socializar más, por tratar de encajar. Gracias a su amor por el baile y sus entrenamientos de wushu, descubre que su pasión está en los escenarios, pero no se encuentra solo en su camino al mundo del entretenimiento, su -extrañamente- nuevo amigo lo acompaña.