Pero cómo era posible que su voz lo atontara, que su sonrisa lo tranquilizara, que el brillo de sus ojos lo cegara. Que tenía los rasgos finos tal y como le gustaba a él. Que era imposible. Más bien, le era imposible. Porque no podía, no debía, pero quería. La quería solamente y exclusivamente. Un final bonito, como el que estuvo preparando y ensayando desde que ella le arruinó. Debía, pero no, porque la quería. La quiso como a nadie más en el mundo. La quiso para luego vengarse, para tenerla, por muy raro que parezca, con él, para él.