Esta soledad me asusta. Me provoca pánico saber que nadie está aquí para salvarme de mí. Ni tú lo estás, tú que me juraste que jamás sentiría frío. Pues bien amor, estoy congelandome incluso cuando la ventana enmarca un hermoso día soleado. Y no estás, no estás para decirme que no hay mal que duré tanto tiempo. No estás para hacerme saber que podría saltar del columpio sin lastimarme las rodillas, porque tú estarías ahí para amortiguar toda la carga. No estás, aunque lo dijiste. No estás.