Siempre fui la típica chica callada que no se metía en problemas ni en líos amorosos. Era la que nunca destacaba. La que no lucía. Una simple y normal chica del montón, como muchas de ustedes, y así me gustaba. No me llamaba la atención los asuntos relacionados al corazón y prefería que se mantuviera así; de niña había tenido una muy mala experiencia con un pasado oculto y oscuro que limitaba a tener guardado en el fondo de mi corazón. Mis calificaciones en la escuela tampoco eran las mejores, pero me esforzaba bastante para no desilusionar a mis padres, quienes soñaban con verme convertida en toda una profesional. Con dieciséis años, cursaba mi último año escolar. Todo se mantenía en orden en mi vida, tal cual tenía planeado. Me había metido en la cabeza llegar al rubro de la medicina, ser independiente y compartir un departamento con mi mejor amiga. Una vida tranquila y sin problemas. Hasta que apareció él. Un chico problema. Un chico arrebatado, celoso e impulsivo. Inseguro. Mi dolor de cabeza. Él llegó a mi vida como una fresca y agradable brisa primaveral que poco a poco se fue transformando en una temible tormenta, y terminó llevándose con él toda la paz que alguna vez me acompañó. Y que yo, como una completa tonta, lo amaba más que nada ni a nadie en el mundo. El amor en algunas ocasiones te vuelve ciega, te hace errar y perdonar una y otra vez situaciones que sabes bien no cambiarán. Tu cerebro no reacciona y tu aire depende de esa persona, al igual que la sangre que bombea tu corazón. Y si tuviera que volver a pasar por el mismo dolor dos veces, lo haría. Después de todo, el primer amor siempre es el más doloroso. Un dolor hermoso. ••• Aclaración: cada imagen usada en esta historia es entera propiedad de su creador. Yo solo las saqué de internet. Créditos a él/ella. Historia completamente de mi propiedad. Todos los derechos reservados.Tous Droits Réservés