-Ese manicomio está maldito, hija. Ni se te ocurra acercarte a ese sitio -Pero papa... -Nada de peros- su padre salió de la cocina, dejando a Valeria sola con sus pensamientos. Sabía que no estaba bien ir allí, sin embargo, él iba a estar esa noche y, además, tenía algo que le pertenecía. "Tengo que ir sí o sí" pensó y, tan rápida como un rayo, se puso una chaqueta vaquera y cogió las llaves de su scooter. Era peligroso, la gente que iba allí era peligroso, pero tenía que cogerlo a toda costa. Además, aunque ella no lo admitiese, tenía ganas de volver a ver esos ojos marrones y esa sonrisa tan misteriosa que siempre usaba como respuesta a las preguntas de Valeria.