Amelia, Amelia tenía camisa blanca, cacheteros de encaje blancos y medías tobilleras, por supuesto blancas, sus piernas estaban moldeadas por la misma Afrodita, largas, ni gruesas, ni delgadas, unos tobillos que se veían, pero no eran prominentes, apenas notorios.
Sus pantorrillas, sus pantorrillas no tenían marca alguna, tenía un cuerpo simétrico... era de piel dorada, dorada como la cebada tostada al sol. Sus rodillas, eran carnosas no estaban manchadas, solo era visible la única cicatriz que tenía, cuando se sentaba a desayunar y ponía el tazón de cereales con frutas y yogur en medio de sus piernas.
Sus muslos, Amelia en la universidad no hacía más ejercicio que aquel que de subir las escaleras de su facultad a toda velocidad, porque siempre llegaba tarde, Amelia a punta de tardanzas, logro las piernas que la caracterizan, o que más bien la resaltan, porque son unas piernas torneadas, largas, piernas para correr cuando vas tarde, piernas para bailar; porque Amelia baila, piernas para desayunar cereales con frutas y yogur.
Había una vez una rosa que me robó el corazón...
No es cierto...
yo sé lo di desde el primer segundo en que la vi,
pero déjala que crea que me lo quitó.
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⚠️: Este libro solo se le dedica a esa persona que vas a amar toda la vida, sí, incluso cuando tengas que decir que ya la olvidaste.
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Tiene inspiración en el principito, me gusta imaginar que ha crecido y le ha dedicado un libro a su rosa.