No tenían muchas cosas en común, sus edades eran distintas, sus maneras de caminar no coincidían y mucho menos la estatura (él para besarla tenía que agacharse o de lo contrario ella encontrar un murito para parase y llegar al puerto de su boca) casi nunca pensaban igual, tenían ideas muy diferentes, él era dueño de sí mismo, ella una insegura de mierda. La vida les sonreía, (esa era una de las pocas cosas que podían compartir) y bueno sus manos, parecían haber sido hechas como piezas exactas para encajar una con otra, y así les devolvían la sonrisa a la vida, con los dedos entrelazados y mirando a la misma dirección, como quien espera más de lo que tiene.
Donde el corredor argentino, conocido por su facilidad para chamuyar, cae ante una chica Ferrari
Donde Julieta, sin querer, cae ante el argentino chamuyero