A mis diecisiete años no pensé que podía llegar a terminar siendo cuidada por un adolescente de casi mi edad, que mis padres me dejarían con él en su consentimiento e incluso que tendría que buscar mi propia forma de sobrevivir por diez meses, pero así fue. Y no sólo era el hecho de tener un niñero, tal vez el problema no era por tener uno sino quien era el que estaba detrás de esa persona que decía ser el responsable de mi bienestar... Era él un chico arrogante, egocéntrico y capaz de sacarme de las casillas en cualquier momento, buscaba el espacio indicado para hacerme la vida imposible tanto para crear en mi una emoción intangible e inefable de la que luego me lamentaria y al final pude llegar a la conclusión de que si es verdad de que del odio al amor hay un solo paso y que ese paso era mucho más corto de lo que pensé que podía llegar a durar dándolo.